27 febrero 2009

Corazones valientes (Pasta con albahaca)


De corazones valientes está el mundo lleno. Anónimos, silenciosos, discretos por fuera. De corazones valientes vivimos otros pocos corazones más, normalmente ocultos y callados también.

Pero a veces toca levantar la mano y pedir la voz y agradecer a los generosos que fueron y que serán. Y decir que somos, que soy, de las diez personas que un día cualquiera en España tienen la oportunidad de volver a vivir, por ese acto desprendido en el peor momento para ellos, en el de la pérdida, que para mí, para nosotros, se convirtió-convierte-convertirá en un volver a empezar.

Acabo de escuchar en la radio que hoy es el Día Nacional del Transplante, y porque pienso que hay días de fiesta que merece mencionar, que no enriquecen a ningún centro comercial ni nos hacen más ñoños sino que nos recuerdan lo que podemos hacer por los demás y agradecer lo que han hecho por nosotros sin saberlo siquiera, es que hoy lo menciono.

Gracias a los corazones valientes y, como no me sobran las palabras, una música que siempre me levanta y me recuerda la alegría de vivir. Cuando la escucho y gracias a "mi otro" me entran las ganas de bailar y puedo hacerlo. Ojalá pudiera transmitir hasta donde llega este sentimiento de gratitud...
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No sé si cocinaré hoy pero tenía algo guardado para un momento especial: sencillo, intenso, breve, un ataque de agradecida felicidad.

ESPAGUETTI CON ALBAHACA
Sencillo como pretendo siempre: en un fondo de oliva, sofreír muy lento para no quemar 2 ajos en fisquitos + 10 almendras peladas + aritos de pimienta seca + 2 ó 3 tomates secos picados.
Una vez listos, moler gruesamente en el vaso de la batidora junto con una buena cantidad de hojas de albahaca. Añadir un chorrín de agua si se necesitara y volver a poner en la sartén a tibiar. Servir seguidamente sobre los espaguetti recién hechos.
Sin florituras pero deliciosos, y si apetece: unas pasas sin pipas que le darán un puntito de dulzor.

23 febrero 2009

Leche con gofio y a la calle (re-editado)





Después de desear y esperar mucho, a uno se le queda el cuerpo con resaca.
Ocurre después de Reyes o cuando preparamos con mucho nervio y mimo una fiesta muy grande. El martes de carnaval en esta isla es uno de esos días.
El lunes, "día de los Indianos", es esperado, deseado, organizado y disfrutado por miles y miles de personas, incluso por gente que no vive ninguna otra fiesta. Desde que yo recuerdo, es tradición ese día remedar a las personas que habiendo emigrado a Cuba, regresaban haciendo ostentación de lo conseguido (real o falso). En los sitios pequeños ya se sabe que las apariencias mandan, y esta isla, por pequeña o por carácter de sus habitantes, en eso siempre destacó.
Así empezó espontáneamente una fiesta que ahora se ha hecho multitudinaria, donde la idea es transformarse por un día y recordar aquellos que migraron y regresaron a finales del siglo XIX, principios del XX con mayores o menores fortunas (indianos). Intentando con acierto, o no tanto, imitar vestimentas y posturas, el paseo desde el Muelle hasta la Alameda (hoy día también todos los callejones y calles aledañas) es un fluir de familias enteras, de personajes de todas las edades que, a golpe de sones, guarachas, mojitos, ron y polvos de talco pasan el día, imitando el acento aprendido allende los mares, exhibiendo joyas, criados y maletas de cartón supuestamente llenas de riquezas.
Por la mañana el ambiente es algo más relajado (miento, era más relajado, este año ha sido un desmadre igual) y se puede apreciar mejor tanto trabajo como hacen muchas personas para cuidar sus atavíos, y cada vez más. En distintas plazas y alamedas, grupos de música tradicional cubana, isleños de ambas islas (la de aquí y la de allí), amenizan desde las 10. Es jornada oficialmente laboral, pero muy relajada, así todo se abre y funciona, pero desde los de los bancos hasta los de las tiendas, van ya acordes para la ocasión. A medio día se recibe en el Atrio del Ayuntamiento a la Negra Tomasa, un personaje entrañable este día y la gente empieza a buscar acomodo para comer, reuniones en casas amigas de puertas abiertas, restaurantes reservados semanas antes para comer pabellón criollo, arroz a la cubana, ropa vieja... Los barrios y otros municipios de los alrededores reciben de paso a los indianos que buscan reponer fuerzas, ya que la ciudad es pequeñita, los locales pocos y las ganas de hacer negocio tampoco son tantas. Así las carreteras son como una romería de coches y guaguas llenos de grupos ataviados. A cualquier lado que mires se encuentra gente vestida de blanco, andando por los arcenes o saludándote desde azoteas y balcones.
Los aviones llegan llenos y los barcos desde días atrás también. La ciudad recibe y la verdad es que da poco salvo el entorno, la diversión y la hospitalidad de los palmeros, dicen. Es una fiesta participativa, en la que el Ayuntamiento no hace salvo organizar el programa musical, repartir kilos y kilos de polvos a partir de las 4 de la tarde, y litros de mojitos en la mañana. Aparte, es cada familia, cada persona la que lo escenifica. No hay espectadores durante toda esa tarde-noche, no hay aceras, todo es fluir.
Reunirse con gente que no ves desde hace mucho, encuentros casuales, otros programados, personas que vuelven como para Navidad, la isla entera se vuelca y desplaza. En la edición del 2008 hablaban de una participación tan alta como la totalidad del censo insular (no es real, por supuesto, hay muchísimos extranjeros que repiten cada año, y desde Lanzarote, Tenerife o las Palmas cada vez nos visitan más, así es imposible encontrar billetes muchísimo tiempo antes), en esta ocasión no he leído nada, pero a ojo de buen cubero, yo diría que casi doblaba el anterior. El clima acompañó en una mañana desacostumbrada para febrero: radiante y soleada, y quitando unas gotitas a la hora de la siesta, la noche también se mostró benévola hasta ya la madrugada.
Hay horas para todo y momentos mágicos. Mi momento especial de ese día fue a la noche. Al final del recorrido, en la Alameda, actuaba un grupo entre las doce y las 2 de la madrugada. El mismo que ya había mencionado en el paseo a Puntagorda. Eramos decenas de personas nada más en ese rincón, los millares se desparramaron por otros lados o regresaban ya a casa. Después de bailar animadamente, y a los bises, para unos pocos que quedábamos, el cantante nos regaló unas poquitas joyas como ésta. Sentada en el suelo, ya sin sombrero y con el foulard descolocado seguramente, viví mi momento particular. Cuando llegué a casa, corrí a buscarlo para no olvidar este regalo de lunes de carnaval.

http://www.youtube.com/watch?v=MTZiF8ezeD4
(en otra pestaña)

Ahora queda la piñata, varios entierros de sardina y baile de disfraces el sábado. Los vestidos con encajes, sombreros, flores, maletas de cartón y trajes de lino se limpiarán y guardarán hasta el próximo año en que volvamos a desembarcar en el Muelle de Santa Cruz de la Palma y pintar de talco la ciudad.

21 febrero 2009

MIRADAS EN AZUL (Queso asado con mojo de cilantro)


Cuando me canso de mirar dentro, mirar fuera me calma y me relaja. A veces hasta me vuelvo a encontrar en el azul del agua, del cielo, de ese edificio... y si no, siempre estará la oportunidad en un mantra








Cuando toca regresar a casa, quizá nos encontremos la nevera vacía, en ella apenas unas hojas de cilantro, un trozo de queso, y en el alma el recuerdo de un sabor tan conocido.
QUESO ASADO CON MOJO DE CILANTRO
Sólo tendremos que asar en plancha fuerte un trozo gordito de queso fresco (aquí explica cómo es el que siempre menciono aunque esta vez era canarión sin ahumar), y servirlo caliente con un poco de mojo de cilantro y pan fresco y crujiente. Anoche fue mi cena-picoteo-capricho-pereza-loquehay, aunque yo hice el mojo con lo que tenía: medio ajo, unas hojas de cilantro, puñito de piñones, semillas de comino y coriandro y una pizca de comino molido también, chorrito de oliva y gotas de vinagre.

15 febrero 2009

CARNAVAL II (Sopas de miel)


En los días de carnaval que recuerdo, las puertas de mi casa estaban siempre abiertas. Vecinos, familiares, amigos de mi padre y hasta los "piojos pegados" pasaban de camino a los "asaltos" (especie de verbena) particulares o los de los Centros Sociales de aquel entonces. Tocados con sombreros de paja, algún bote de polvos de talco en los bolsillos y algún instrumento, arrancaban de la monotonía con su pesada algarabía. Alguno intentaba arrastrar a D. Pancho en sus correrías. Tras observar la tarea inútil, los minutos se convertían en horas y los vasos en la humilde bodega iban trasegando el vino de la pipa. "¡Está bueno este año, eh!" Aunque mi padre, pícaramente, les hubiera dado a probar el avinagrado.
Lo bueno de esas tardes-noches maratonianas era que siempre caía algún duro para ir a por confetis, serpentinas, caretas o incluso petardos que vendían en la venta de Domiciano. Ir y volver sin llegar a casa empolvados era todo un logro. Las parrandas de gente que bebían y cantaban en la venta saludaban a golpe de talco a conocidos y desconocidos también. Incluso por la carretera, los espaciados coches que pasaban, sacaban las manos por fuera para espolvorear a los niños de las cunetas, dejando tras sí una estela blanca y olorosa de voces y risas.
Cuando único se cerraban las puertas era cuando se corría la voz o alguno de mis hermanos había visto a lo lejos acercarse un grupo de máscaras. Personajes oscuros, de faldas de luto sobre pantalones de faena, grises, negros, con pañuelos a la cabeza al uso de las viejas, sombreros, máscaras o trozos de tela blanca con ojos y bocas dibujadas de esperpénticas risas. Sus voces fingidas, sus bastonazos en las puertas y en las canillas si se cruzaban con uno, hacía que nos escondiéramos tras las faldas de mi madre, que siempre abría la puerta y repartía en sus bolsas de estas sopas de miel (original dulce de carnaval palmero, extendido por todas las islas posteriormente), de las torrijas con azúcar que nosotros llamamos rebanadas o de los rosquetes , que siempre había en casa por estas fiestas para brindar a las visitas.
"¿Una sopa de miel para esta mascarita?"
"¿Quién eres, mascarita?" -El silencio por respuesta o voces fingidas para formas evasivas sin sexo, sin nombre, conocidos o desconocidos. Quizá alguna frase mordaz, algún piropo que siempre quedaría en el anonimato, porque las quinielas sobre quienes serían jamás tenían solución sencilla
"Pues esos ojos maliciosos me suenan..."
"No, no, si llevaba bigote"
"¿Bigote?, si las muñecas eran de mujer!"
... y así los veíamos alejarse pista abajo y seguir su recorrido tocando en la puerta de cada casa y asustando a los niños.
Alguna vez nos tocó a nosotros ir de romería ocultos, y volver a casa con naranjas, caramelos, los ya mencionados dulces o, más extraño: algunas pesetas y duros que amontonábamos celosamente para volver a la venta, otra vez a por petardos los chicos, confetis, serpentinas de colores o pistolas de agua las niñas. Aunque ya el viernes de carnaval hubiera pasado, nos entreteníamos en preparar los huevos que mi madre había ido vaciando cuidadosamente, para luego hacer la fiesta llenándolos de papelitos recortados y polvos de talco. Y perseguirnos entre nosotros o usar los coches como dianas, desde parapetos que nos salvaban de posibles reprimendas.
Las comidas sencillas siempre se hacían algo más abundantes por si se tenía que compartir. Y en los años en que se había hecho alguna matanza, mi padre sacaba algunos trozos de tocino que terminaban hechos chicharrones para acompañar el vino... mis abuelos venían a cuidarnos por si mis padres querían ir al baile y entonces nosotros también teníamos almendrados, galletas y bollas de leche de El Paso. Uhmmmm, riquísimas rebanadas eran las que se hacían si por algún casual aquel pan llegaba a secarse.
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Para días de puertas abiertas o atracón en solitario
SOPAS DE MIEL

Ingredientes:
Rebanadas de pan de cuatro días ( a mí me gustan que no queden ensopadas sino crujientes, así que lo dejo poner siempre bastante durito y escojo pan de miga prieta, aquí muchas panaderías hacen tamaños especiales por esos días, pan de libra extralargo o barras grandes pero vale cualquiera que haya ido quedando)
Agua y azúcar para el almíbar
Cáscara de limón
Canela
Matalahuva
Almendras tostadas o fritas
Miel de caña (ojo, ni abeja ni palma: caña)

Cortadas las rebanadas como se ven en la fotografía, reservar. Hacer un almíbar que, más o menos, sea la mitad de la cantidad que vayamos a poner de miel de caña. Añadirle cuando esté listo dicha miel, el limón, las ramas de canela, la matalahuva (anís) y unas pocas almendras machacadas gorditas. Las especias se pueden poner en un pañito blanco o sueltas, al gusto de cada cual pero teniendo en cuenta que si bien la canela se puede apartar, las semillas de anís las comeremos.
Dejar integrar bien, la casa se inundará de un aroma delicioso a carnaval y sólo nos quedará bajar el fuego e ir pasando las rebanadas por el líquido. Cuando empapen bien, colocar en la bandeja y espolvorear de más almendras. Si no vamos rápido o nos hemos pasado en la cocción de la miel, podemos aclarar con otro poquito de agua hasta terminar.

Dejar enfríar porque dicen que calientes sientan fatal. A sonreír y feliz carnaval.
PDT. Este año habría querido hacerlas bien para anotar las cantidades y compartir una receta bien explicada. Pero estoy inapetente, así que aquí queda, al ojo, como las he hecho yo desde siempre. Disculpad.

11 febrero 2009

CARNAVAL (Sopa de picadillo)

Para las noches largas, frías y festivas de febrero, nada mejor que un caldito. En las casas de esta isla se preparaba con el mismo mimo que para Navidad. A los juerguistas había que templarles el cuerpo cuando llegaban a casa al amanecer. Y los más previsores podían tomar una sopa de picadillo antes de salir. El carnaval es algo que sería difícil de explicar con cuatro palabras. He buscado algo que pudiera relatarlo por mí y la verdad es que no he conseguido nada que lo refleje. Es mucho más que todo ésto. Pero por ahora tendrán que valer algunas imágenes y la receta como la hago yo. El dulce: las sopas de miel y las rebanadas -torrijas en godo-, para posterior ocasión.



SOPA DE PICADILLO

INGREDIENTES para el caldo (en estas fechas no haría falta tanto "esmero", podría ser más humilde de acuerdo con las posibilidades de cada cual):
Gallina
Carne de res
Muslo de pollo
Hueso de res
Cebolla, ajo
Puerro
Zanahoria
Papa
Puñito de garbanzos remojados el día anterior
Chorretón de vino blanco
Pizca de comino, sal
Pimentón o una latita de pimientos asados
Normalmente se le pone colorante químico, yo empecé a usar cúrcuma y no está mal el resultado.
Primero poner a cocinar los productos animales, espumar concienzudamente.
Añadir el resto de ingredientes y cocinar a chup chup. Habrá que tener en cuenta que llevará mucho tiempo.
Una vez esté cocinado, apartar el caldo y enfriar. Será más fácil desengrasar. Así estará ya el caldo listo para tomar como consomé, rectificando de sal a la hora de calentar y servido con unas hojas de hortelana como es el gusto aquí.
Pero también estará listo para preparar un delicioso primero o plato único para mí, y que en días donde uno se va a extralimitar casi con seguridad, sea por esfuerzo físico al trasnochar, bailar o beber, viene estupendamente.
Así haremos...
Ingredientes SOPA DE PICADILLO:
Caldo
Huevo duro
Carne de res y de gallina guisada desmenuzada
Pan frito
Papas fritas en cuadraditos menudos
Hortelana

En el caldero donde se haya puesto a calentar el caldo según los comensales, añadir la carne desmenuzada, las yemas de los huevos duros (guisados 10/12 minutos) desleídas en un poco del líquido, las claras de los mismos picadas menudo y unos puñitos de papas cortadas en cuadraditos chiquitos y previamente fritas, además de una buena rama de hortelana. Dejar concentrar unos minutos y apartar. Deshechar la rama de hortelana pocha.
Servir muy caliente en sopera, con cuscurros de pan frito y una hoja de hortelana (hierba huerto) en cada plato.

10 febrero 2009

LENGUAJE INTIMO (Pan con ensalada de albahaca)


En el mercadillo me regalaron albahaca. Hice un ramo embriagador para la cocina. Y de aperitivo antes del potaje: un "pan con" ... Ajo, sal, tomate picado menudo, albahaca y aceitunas negras trabajados en el mortero. El aliño: aceite de oliva.


08 febrero 2009

OTRA DE PASOS (día en Puntagorda)

CUARTO SON, grupo de la isla que amenizó parte de la jornada. No tocaron justo esta pieza, pero no encuentro nada de ellos. Cerrar los ojos y moverse abrigada fue el mayor placer de hoy.
(con el botón derecho: otra pestaña u otra ventana)

Hora del bocata de tortilla

COSILLAS DEL MERCADILLO DEL FAYAL DE PUNTAGORDA

Galletas. Las roscas son de almendra deliciosas. Buscaba almendrados, pero se habían terminado

Variedad de galletas. Las primeras de la derecha tienen la forma típica de las galletas de la infancia. Son duras y sencillas. A mí me gustan.

Queso palmero. Ingredientes: leche de cabra cruda, cuajo y sal. Normalmente se ahuma al día siguiente, con cáscaras de almendras, tuneras y otros, y ya está listo para consumir.

Selección de vinos.

Puesto de mojitos, guarapo, ron y zumos. Justo en el momento, la chica utilizaba el trapiche para sacar el jugo de la caña de azúcar.

Un nudo.

En esta isla llueve sin llover



El sol se pone cada día (y hasta varias veces), pero mañana volverá a salir.


06 febrero 2009

DESDE EL SILENCIO (Bacalao, tomillo y coñac)

(de lo más bonito que he escuchado últimamente. Como siempre, mejor pinchar con botón derecho del ratón. Maby, siento no puedas escucharlo)

Me reconozco totalmente negada para entresacar textos que puedan resumir lo que quiero decir. Por la red corren muchísimos ejemplos de retazos de vidas, libros y sentimientos que la gente es capaz de recortar y aplicar a sus propios momentos. Pero yo no. No sé. Se me olvidan en el mismo sitio donde los vi una vez y luego soy incapaz de llegar.
Y hay tal marabunta en mi cabeza a veces que me cuesta sacar en limpio y sobre todo transmitir.
Por eso hoy traigo estas imágenes que dicen que valen más que las palabras. No lo tengo claro. Ese dicho está muy bien, pero a ver quién es el guapo y, sobre todo, buen fotógrafo como para captar lo que quiere en cada foto. Y quién el listo que de esas instantaneas es capaz de extraer un mensaje.
Quizá los mensajes serán diversos según cada uno que decida mirar por el objetivo, y por cada uno que se enfrente luego a esas fotografías.
Bien. Hace dos tardes me encontraba por trabajo en Fuencaliente, pero... resumiendo y tomando prestada la estructura del libro que leo "Aprendiza de chamán" (tranquilos, no soy yo la aprendiz):
Exterior: la Caleta, Sur de la isla de la Palma, horas grises de casi puesta de sol, menos de 1o grados y viento a rachas, zona volcánica con fortísima pendiente hasta el mar, casas dispersas.
Interior (el mío): Enfurruñado. Había quedado atrapada en un alto con un acceso casi en vertical y aparte de tener vértigo, o la sensación, tengo pavor a resbalar, a perder el piso bajo mis pies, a caer rodando. Como no sea con el culo sentado en el suelo, soy incapaz de bajar.
Entre paseos rápidos en lo alto y en un espacio de pocos metros, para intentar mantener el calor y no caer con una bronquitis brutal, observo... Observo el suelo, observo alrededor, me observo, y vuelvo a observar fuera.
Estas fotografías son algunas de las que cogí con una intención parecida pero para distinto complemento indirecto. Y creo, es posible, a lo mejor, espero, quizá, podrían servir para dejar un mensaje hoy a Ana C., sí, tú, la que no tiene la capacidad de escuchar en los silencios (a mí me cuesta horrores también), la que se alegra de cumplir años, por lo tanto supongo que también de cumplir días, la que sopla las velas con fuerza.
Tú, ¿tienes la calma de encontrar algo común en esas fotos?
Porque yo veo belleza, utilidad, supervivencia, ingenio, veo casualidades, naturalidad, fuerza, superación, ganas a pesar de todo, por encima de todo, veo VIDA.
En ese taco bajo la escalera veo VIDA, en la begonia entre el cemento de la pared, veo cabezonería y VIDA, en esa bajada matadora con el pasamanos de tubería de agua veo VIDA.
Desde que se comenzó a hacer reconstrucciones mamarias en mujeres aquejadas de cáncer de mama, el porcentaje de vida ha aumentado en un no sé cuantitos por cien según leí en alguna parte. Y leyéndote a tí no me extraña, con ese coraje desplegado hasta los bichos más puñeteros tienen perdida la batalla. Con la satisfacción con uno mismo suben las defensas y la fuerza.
Pero la satisfacción no está en la perfección.
Estoy convencidísima que lo sabes.
Pero justo es que si puedes, y tienes las narices de intentarlo, tengas tu oportunidad.
Yo sólo quería hoy dejarte algo salado (que te gusta más que el dulce) y explicarte que lo que tú decidas estará bien. Pero como me dijiste el otro día: date tiempo, date calma.
Que te deje respirar. Y cuando ya consigas hacerlo sin dolor y profundamente, entonces será hora de decidir.
Decidas lo que decidas, que sea para tú estar mejor. Aunque, ya ves, nada es perfecto y sin embargo todo sigue su curso y el sol no se para y la belleza está. Y como se te ocurra por eso dejar perdidas tus camisetas ajustadas, ¡te ganarás una reprimenda!
Y de propina, un pescadito.
Yo soy más de verduras pero a veces me apetece pensar en un agasajo que pueda llegar. Y como estos días está todo el mundo contagiado con la dichosa fiesta de los corazones (en febrero me provocan urticaria), con los menús y demás, yo quise recordar un plato deliciosssssssssso aunque el aspecto no le haga justicia al sabor delicado y tierno. Ideal para invitar. Al menos yo me quedaría encantada y con un arroz con leche y agua de azar, hasta rendida. Por supuesto el acompañamiento se puede variar, pero me quedaban estas papitas menudas desde el verano, y quise aprovechar para arrugarlas.
BACALAO, TOMILLO Y COÑAC
INGREDIENTES:
- Lomo de bacalao (es del congelado. Yo nunca tuve claro si viene o no desalado, para mi gusto es necesario remojar igualmente unas cuantas horas en buena cantidad de agua, pero advierto que a mí me gusta el pescado muy suave)
- 1 cebolla medianita
- Ramas de tomillo
- Oliva
- Coñac
- Caldo

El proceso, como no podía ser de otra manera viniendo de mi parte, super sencillo:
Una vez bien escurrido el bacalao, enharinar ligerísimamente y dar un golpe de fritura en una sartén con poco aceite. El que reste será el que nos valga para hacer todo el plato, así que calcular no nos vaya a quedar una balsa aceitosa y desagradable. Con cubrir escasamente el fondo llega bien.
Reservar el pescado y hacer en el mismo recipiente la cebolla cortada al gusto. Dejar pochar lentamente y que empiece a caramelizar sin quemarse. Eso le dará el toque de color, así que si no se quiere tomar reblanquiño, tener paciencia, a mí me faltó un poquito. A medio hacer, añadirle unas ramas de tomillo, que vaya impregnando su aroma y sabor, y una pizca de sal. Será la única que lleve.
Cuando esté al gusto, devolver el pescado al recipiente. Calentarlo bien todo. Regar con chorrito de coña y flambear. (Yo para no pasarme ni con el chorretón ni con el fuego, pongo lo que creo conveniente en un cucharón, caliento sobre la llama y cuando prenda, teniendo bien caliente el pescado y la cebolla, lo vuelco por encima y dejo que se termine de quemar el alcohol).
Se añade algún caldo al gusto, en mi caso siempre de verdura o de carne. Por supuesto, cuanto más rico esté, mejor quedará la salsa, eso no hay ni que decirlo. Se deja cocinar unos minutos pocos y ya está.

Yo lo sirvo sin ligar la salsa, que ya bastante poderío tiene con las papitas y el rehogado, pero desde luego quedará mucho más presentable si se trabaja la salsa en condiciones.

04 febrero 2009

AL RESCATE (Algo así como Pesto rojo)


He rescatado ésto, escrito hace casi un año:

"Me gusta haber cumplido 40. Antes de tenerlos temí que al hacer recuento –sabía que, más o menos encubiertamente, lo haría- la balanza me hiciera una jugarreta y me diera de bruces contra el suelo de la desilusión.
Cuando tenía media vida menos quizá me hice un planning de futuro, de esos que muchos se hacen cada año, algo más halagüeño para esta edad que ahora ya me ha tocado vivir. Temía darme cuenta que me falta mucha carga en las alforjas y, por otro lado, aún porto mucha paja de la que no me desprendí.Entre esa mitad de vida y el día de hoy pasaron tantas cosas que nunca podía haber aventurado a mis 20… tantas que marcaron en su momento el lado de la senda a elegir, y otras el único que, aun en contra de mí misma, me vi obligada a caminar.
Pasaron unas cuantas semanas dando vueltas a este tema. A ratos me he sentido conforme, otras no tanto. Pero sin embargo este sábado…me empeñé. De hecho llevaba la idea fija desde hacía días, de irme a una fiesta final de carnaval en el norte de la isla. La noche estaba especialmente fría y la luna llenando de claros y sombras el mar, no nos abandonó ni un instante por el recorrido de curvas y puentes hasta San Andrés y Sauces. A medio camino hizo aparición también la lluvia, pero yo tenía la música sonándome en las tripas y unas ganas de bailar… me resistí a pensar en otra anulación… aquel plan tenía que salir. Como antes, cuando ni el mayor vendaval ni la escasa consciencia de los pocos años me hacía echarme atrás.
No había donde aparcar, la única solución por la entrada sur del pueblo, era hacerlo al otro lado de un puente de casi 2 kilómetros, sobre el abismo más pronunciado que yo he visto desde arriba (tengo vértigo) y recorrerlo dejándote calar por el aire más fino, y helado, que estiletes. Preferimos dar un rodeo de 15 minutos y abordarlo por el norte… total, la noche era nuestra –a veces ese concepto es, de tan real, casi palpable-. La plaza del centro del pueblo y la carretera que lo atraviesa estaban abarrotados. La gente se quejaba del frío y, cosa rarísima, la noche de carnaval se veía oscura, sin color, y no sólo por el pardo de las luces de mercurio que nos convierten a todos en daltónicos.
La espera del no sé qué se alargaba por dos horas ya. El chocolate se había agotado en algunos kioscos, tenía hambre y ni el suéter y la chaqueta de punto, ni las dos bufandas me impedían tiritar. De repente, por un lateral se acercó el cortejo. Delante dos pequeños estandartes portados por niños: brujos, brujas, draculines, cargaban en andas dos pececitos de tonos azules y platas, tan serios ellos en su papel, volteando y metiendo entre la gente sus andas… detrás ya la marabunta de adolescentes y jovencitos… caras pálidas, negro, violeta y rojo, una banda de música de la misma guisa, una batucada y la sardina reinona de la fiesta, un tremendo bicho cargado por cuarenta chicarrones, como una cofradía más. Todos de túnicas negras, con las caras maquilladas de terror y bailando al son de la música, ahora suave marcha, ahora desenfrenado y rítmico son de tambores… sudorosos, agotados.
Impactaba. Ni lloronas, ni piernas al aire entre gritos, ni mesar de cabellos.
Termina la marcha con la quema de la pieza en medio de la multitud… se apagan las luces, empieza el ruido de las tracas. Bajo una palmera y al aroma del romero recortado, los colores de los fuegos artificiales maquillan de color las caras de la masa de oscuros abrigos, rojos, azules, amarillentos. La luna sigue marcando un intenso camino sobre el mar que se ve entre los edificios y las plataneras, las nubes oscuras la tapan sólo a medias, creando un juego de máscaras en el horizonte. No hay música, sólo silencio ensordecido por las palmeras de fuego al explotar, sólo rostros brillantes mirando hacia el cielo. Se termina la explosión y un alto y vigoroso fuego naranja consume la carcasa en la plaza, sigue oliendo a romero y ahora también a pólvora y a humo.
Las luces continúan apagadas un ratito más que a mí se me hace eterno, camino entre los cuerpos de la plaza de encima, aún aturdidos y cegados. Y siento ganas de llorar. Ya sé lo que temía, ya sé lo que no perdí.
Tengo 40 años, con poco peso en las albardas y muchas capas de las que desprenderme aún, pero tengo más paz y más sosiego, y disfruto tanto de lo pequeño, que ahora mismo siento ganas de llorar de pura emoción. Ha sido un instante tan bello…Empieza la música y, aunque sonaba como orquesta de pueblo, me pongo a bailar, y sonrío y salto. Coqueteo. Y miro y me miran… todo parece seguir estando bien y yo no tengo edad" Febrero 2008

A día 4 de febrero de 2009: me gusta afirmar que estoy feliz por haber podido cumplir 41, y que en este tiempo hayan pasado tantísimas cosas más. Que esta mañana me haya levantado como desde siempre, temprano, y abierto las puertas esperando al sol. Y el sol hoy me haya visitado.
Hace casi un año de éso. Se acerca de nuevo el carnaval. Este año no estará M. para juntas ir a bailar (ya que decidió cerrar su círculo), y tampoco C. me cantó el cumpleaños feliz ni verá los Indianos como habíamos planeado una noche de verano, mientras cenábamos en el Mambrino. Pero yo sigo aquí, con ramos de flores por la casa, diseñando un disfraz violeta y amarillo para la piñata y desempolvando mi vestido crudo para el lunes de carnaval.
Y también sigo rescatando cosas que probé en un momento de "creatividad", esperando que mis musas esta vez no me abandonen, que les he puesto miel , yogur, galletas y lavanda, para cuando decidan tirar con chinas a mi cristal.
Mientras:
ALGO ASÍ COMO PESTO ROJO
(El original no lo he probado y no me gusta ofender a nadie)

Tiro de memoria y no puedo poner las cantidades. Acabo de darme cuenta que no lo anoté en su momento. Hasta que lo vuelva a hacer quedaremos en usar: Tomates secos previamente remojados en aceite. Molidos con ajo, carne de pimienta seca una vez rehidratada, en este caso obvio que era del lugar, o sea: palmera, poquitas nueces o almendras, parmesano y sal.

Me gustó tanto como el verde. Pero teniendo en cuenta que sigue siendo potente, fuerte, saciante, para tomar con un vinito entre muchas risas y luego pasear. El queso tierno rayado de esta tierra, suaviza su sabor. Aunque, con los espaguetti, a mí me gusta más a "palo seco" con orégano espolvoreado y el cacho de queso en la otra mano.

02 febrero 2009

CÍRCULOS (Flan de calabaza de C. Valencia)


“Nada se podía hacer más que esperar… sabía lo que es el amor. Sabía que el enemigo del amor es el tiempo, que el mundo pone arrugas en los sueños antes que en la piel, y que cuando no pasa nada, cuando no hay carta ni caricia, la pasión se extingue. Hay un tiempo, ella lo sabía, en el que la falta de besos es un elixir más fuerte que los mismos besos. Pero también llega un tiempo en el que la falta de besos es una sensación de tristeza y vacío que crece hasta ocupar el último centímetro del millón de kilómetros del alma. Un vacío que harta…”
(de Amor en cuatro letras por Niall Williams)

Cuando no hay cartas ni caricias… entonces de nada vale pretender mantener presos entre los dedos sensaciones y sentimientos pasados. De nada vale conjurar el aire y el eco con olor a velas blancas e incienso, risas y voces, que los coches levantaban ayer, cuando pasaban lentamente a nuestro lado, envidiosos de los pasos que dábamos casi sin pisar por la ciudad.
No basta con rememorar las caricias de tus manos ni las miradas animadas de la gente que seguía el objetivo de tu cámara, queriendo encontrar donde tú la belleza de las cosas menudas.
No puedo apresar en palabras un vuelo de mariposas. Una porque no soy capaz, otra porque pretender pinchar sus alas en el fondo de terciopelo de la eternidad, sería reducir el intenso de sus colores de seda volando libres a un inútil y polvoriento espectro sin vida.
Dejaré dormitar en un papel de seda de color calabaza, tu olor a yerbas, jengibre, incienso y té.

Cerrando círculos:
FLAN DE CALABAZA
Del recetario de Carlos Valencia (muchísimas gracias por compartir tanto).
En general respeté la receta salvo que cambié la nata por 1 lata de leche evaporada y usé las especias que tenía a mano: 1 cucharita de café de canela, 1 cucharita café de jengibre y 1 punta de nuez moscada. La calabaza la hice al micro con una pizca de sal y una rama de canela.

Resultado: Al principio me resultó demasiado dulce y con un fortísimo sabor y aroma a caña. Opté por no servirlo con nada del caramelo resultante, que normalmente me gusta tomar con cualquier flan.
Sin ese acompañamiento, el flan estaba en su punto de dulzor y suavísimo.
Para acompañarlo usé nata montada que me habían dejado en la nevera, ya que había algo que celebrar. volveré a repetirlo con otro trozo de calabaza que me queda, o ver alguna variante que encuentre por la red, me apetecería que supiera algo más a la verdura. No sé si quizá cambiando el tipo de endulzante..
¿Cómo lo haces tú?