24 agosto 2008

FRANCIA, EL PRINCIPITO, MI LUZ



Desde hace unos días, casi por casualidad, vengo oyendo decir cosas sobre la Bretaña francesa.

Está claro ya que la forma en que mi cabeza relaciona los hechos lleva su propia lógica, que ni me molesto en analizar.

El hecho es que tras reconocer mi completa ignorancia sobre todo lo que tenga que ver con ese país, caí en la idea de que mi libro de cabecera preferido es precisamente de un francés.

Hace 25 años que guardo esta edición de "El Principito" de Antoine de Saint Exupery que un compañero de instituto, mayor que yo, me dejó. Bendita generosidad la de entonces, que por un cariño adolescente, caliente a juzgar por los manotazos, empujones y carrerillas que me obligaba a dar, uno recibía los libros de un compañero que te llevaba ventaja en años y cursos.
Ante la imposibilidad de dejarme volar por allí, recalé en las sobadas páginas del libro. Lo he vuelto a coger, abierto, ojeado y una vez más recordado este capítulo de cuando el Principito se encuentra en la Tierra con un zorro, y transcribo:


""...
-Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sól. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, Ios hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el príncipito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio ún poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

El principito volvió al día siguiente.
-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejempló, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la feliçidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunça sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? -inquirió el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando eI día de la partida:
-¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré.
-Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
-Ciertamente -dijo el zorro.
- Y vas a llorar!, -dijo él principito.
-¡Seguro!
-No ganas nada.
-Gano -dijo el zorro- por el color del trigo.""




Y otra vez se me va la cabeza y pienso que si hoy añoro algo que está lejos será porque yo también aprendí a observar, esperar y relacionar su color con tantas sensaciones hermosas.
¿Será éso efecto de la doma?.

Y de Francia salto otra vez a la isla y mi cocina, y de principitos creados por jóvenes franceses, a mis propias creaciones, elucubraciones, derivaciones, locuras en la cocina y en la vida.

Atrevimiento el mío al desvirtuar, probablemente, una receta de siglos. Pensé incluso cambiarle el nombre pero, para mejor entendernos, se lo conservo y añado mis disculpas por escasa fidelidad a la receta original.


FALAFELS "muy libres"


INGREDIENTES:

  • Garbanzos remojados durante 24 horas
  • Trocito de cebolla
  • Ajo fresco o en polvo
  • Comino
  • Jengibre
  • Sal y Pimienta
  • Cilantro
  • Huevo
  • Pan rallado
  • Aceite para freir

En la picadora procesé (palabra comodín que tomo prestada de los amigos de otros países) los garbanzos con la cebolla, el ajo, el comino, el jengibre, la sal y la pimienta. Fuera le añadí el cilantro fresco picado (otra vez probaré también a ponerle semillas).
El final ya se puede adivinar. Hice bolitas con las manos que luego aplasté , pasé por huevo batido y pan rallado.
La amalgama de los garbanzos fue un tanto complicada pq se me desmorronaba, así que finalmente metí parte del huevo batido dentro para poder manejar mejor la masa y se hizo innecesario el pan.
Freir y listo. Ideal para compartir con una buena ensalada.


Una delicia de verdad. Hace poco lo había probado en un restaurante y me quedé impactada. Para acompañar, y como no tenía yogur, hice una pequeña guarrada pero que le fue como anillo al dedo y que se puede variar como se quiera (añadiendo queso de untar, limón o vinagre o nata, cilantro fresco etc), pero en este caso y más sencillo todavía:
Mayonesa industrial espolvoreada por encima con ajo en polvo, comino, molido y en grano, y semillas de coriandro (mmmmmmmmmm, brutal el sabor de las semillas al explotar en la boca, refrescante y exótico a la vez, repetimos y repetimos y volveremos a repetir).

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