02 junio 2008

EN MI MENTE TODO SE MEZCLA.

(Se mezclan el Low Mein de Leborin, espaguetti de Maby, el concierto de Mozart y Sidney Pollack)
Una noche de sábado aún fresca, con la casa entera para mí sola, con la seguridad de que no sonará el teléfono para invitarme a cenar fuera ni proponerme ningún otro plan, el salón y la cocina por una vez recogidos, el trabajo acumulado sobre el escritorio sin gritarme ni amenazarme…
En este momento no me sobran 15 años, me falta el concierto para clarinete de Mozart y un vino que no acabaré de tomar. Me atrae el ritual de coger una copa, llenarla y tenerla en la mano un instante mientras escucho. En sí ya es un placer.
Haraganeo pensando, ojeando revistas, empezando un libro, soñando. Dibujo algo que se me ha ocurrido para el jardín y me entra el hambre, o más bien ganas de comer.
Desde la cocina me llega la música. No me esmero mucho, preparo los fideos dejándolos tres minutos en agua hirviendo pero lejos del fuego, al igual que unos poquitos guisantes. Pico zanahoria, cebolla y pimiento rojo, bato el huevo, busco las botellitas -salsa de soja, jerez, caldo- y un plato…
Desde el salón llega la luz suave de las lámparas de pie y me cuesta poco recordar al aire del segundo movimiento del concierto, la escena de Memorias de Africa, la primera cena de Karen Blixen con Denis Finch Hatton y Berkeley Cole, cuando ella en aquel marco maravilloso, con sus porcelanas, cristales y muebles daneses cuenta en voz baja una historia.
La garganta siempre se estrecha al escuchar esta pieza, no lo puedo evitar, mientras el corazón tiende a desbocarse de emociones. Continúo con la rapidez necesaria antes que aquella frase “no nos perteneció, no me perteneció…” me inunde los ojos de lágrimas. Siguen las luces tenues, me cuesta hacer las fotos… conozco una canción que habla de Africa…
La cena no fue nada africana pero todo sea “por la cándida inocencia”, por Mozart y por esta maravilla de película, y es que en mi mente todo se mezcla.



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